“Porque Tú formaste mis entrañas, Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado y mi alma lo sabe bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en lo oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas sin faltar una de ellas”.
Salmo 139. 13-16
El Salmista en esta palabra, está mediante la adoración declarando el perfecto conocimiento que posee Dios del Ser Humano.
Podríamos tomar un texto de biología del mejor científico que describa lo que sucede cuando un ser se está gestando en el vientre, sin embargo, con todo su conocimiento no podría hacerlo de una forma tan hermosa y perfecta como se hace en este Salmo.
Somos sin duda, desde las etapas más precoces de nuestra existencia conocidos y amados por nuestro Creador.
En el Salmo 139 el Salmista relata una realidad que no es posible modificar en la situación del ser humano frente a Dios: Su Omnisciencia y Omnipresencia.
Conocer la existencia humana, no es un punto en que cada uno de nosotros pueda establecer un límite cuando se trata de Dios. Este Salmo manifiesta que el alcance de Dios en cuanto conocer al hombre se extiende desde antes de nacer y mucho más allá de la muerte, en la luz y la oscuridad, despiertos y dormidos, en pasado, presente y futuro, etc. Todos estos son límites para el ser humano en términos de alcance de conocimiento.
Para muchos es absolutamente irrelevante lo que sucede en el vientre materno, pero, de total trascendencia lo acontecido luego de la muerte. Es tiempo de entender que en ambos eventos y durante ellos la participación de Dios es absoluta, ni en el vientre, ni en el cementerio suceden cosas ocultas para Dios, y por supuesto usted sabe que la muerte para un cristiano no se reduce sólo a la presencia de un cuerpo en un ataud, pues también sepa que la vida de un embrión no sólo se reduce a la presencia de un cuerpo en el vientre de un mujer.
En Dios existe un continuo del hombre con o sin cuerpo. La materialidad del ser humano marca claras etapas para nosotros pues esos son los tiempos en que efectivamente establecemos relaciones, es decir desde el nacimiento y hasta la muerte, la relación del ser humano con Dios va antes y mucho más allá.
Dios se vincula con nosotros antes del vientre: son ejemplos de ello Jeremías, que fue llamado antes de estar en el vientre para ser profeta, acerca de los profetizados e inclusive entregado su nombre antes de ser concebido está Juán el Bautista. Cristo fue un embrión y en esta etapa de embrión al encontrarse María con Elizabeth, quién tenía a Juán como feto, no pasó desapercibido como cualquier pequeño de su edad, Juán reaccionó ante Él saltando, como lo haría un bebé de 6 meses y Elizabeth llena del Espíritu Santo, llamó a María la Madre de mi Señor.
¿Podía ser Cristo el Señor de Elizabeth con sólo días de Vida?, SIN LUGAR A DUDAS, su señorío no se vinculaba con su edad, esto es superior a lo que nosotros alcanzamos a entender en el terreno de lo natural, esto es Espiritual.
Salmo 139. 13-16
El Salmista en esta palabra, está mediante la adoración declarando el perfecto conocimiento que posee Dios del Ser Humano.
Podríamos tomar un texto de biología del mejor científico que describa lo que sucede cuando un ser se está gestando en el vientre, sin embargo, con todo su conocimiento no podría hacerlo de una forma tan hermosa y perfecta como se hace en este Salmo.
Somos sin duda, desde las etapas más precoces de nuestra existencia conocidos y amados por nuestro Creador.
En el Salmo 139 el Salmista relata una realidad que no es posible modificar en la situación del ser humano frente a Dios: Su Omnisciencia y Omnipresencia.
Conocer la existencia humana, no es un punto en que cada uno de nosotros pueda establecer un límite cuando se trata de Dios. Este Salmo manifiesta que el alcance de Dios en cuanto conocer al hombre se extiende desde antes de nacer y mucho más allá de la muerte, en la luz y la oscuridad, despiertos y dormidos, en pasado, presente y futuro, etc. Todos estos son límites para el ser humano en términos de alcance de conocimiento.
Para muchos es absolutamente irrelevante lo que sucede en el vientre materno, pero, de total trascendencia lo acontecido luego de la muerte. Es tiempo de entender que en ambos eventos y durante ellos la participación de Dios es absoluta, ni en el vientre, ni en el cementerio suceden cosas ocultas para Dios, y por supuesto usted sabe que la muerte para un cristiano no se reduce sólo a la presencia de un cuerpo en un ataud, pues también sepa que la vida de un embrión no sólo se reduce a la presencia de un cuerpo en el vientre de un mujer.
En Dios existe un continuo del hombre con o sin cuerpo. La materialidad del ser humano marca claras etapas para nosotros pues esos son los tiempos en que efectivamente establecemos relaciones, es decir desde el nacimiento y hasta la muerte, la relación del ser humano con Dios va antes y mucho más allá.
Dios se vincula con nosotros antes del vientre: son ejemplos de ello Jeremías, que fue llamado antes de estar en el vientre para ser profeta, acerca de los profetizados e inclusive entregado su nombre antes de ser concebido está Juán el Bautista. Cristo fue un embrión y en esta etapa de embrión al encontrarse María con Elizabeth, quién tenía a Juán como feto, no pasó desapercibido como cualquier pequeño de su edad, Juán reaccionó ante Él saltando, como lo haría un bebé de 6 meses y Elizabeth llena del Espíritu Santo, llamó a María la Madre de mi Señor.
¿Podía ser Cristo el Señor de Elizabeth con sólo días de Vida?, SIN LUGAR A DUDAS, su señorío no se vinculaba con su edad, esto es superior a lo que nosotros alcanzamos a entender en el terreno de lo natural, esto es Espiritual.
Comentarios
Te felicito por este hermoso articulo y por tu gran talento.